viernes, 25 de noviembre de 2011

Crítica Egon Friedler

Por Egon Friedler



                               FURIA CONTRA EL MUNDO

“Nuremberg”  de Santiago Sanguinetti – Interpretación del propio autor y dirección de María Dodera – En el Museo “Torres García”

           El autor-intérprete encarna a un “skinhead”, hijo de un padre autoritario y una madre dura y cruel, que fue violado en su adolescencia y a lo largo de poco menos de una hora proclama  histéricamente su furia contra el mundo y contra los blancos tradicionales de la  extrema derecha, desde los homosexuales a los judíos. Presuntamente espera descargar su odio irrefrenable en un atentado contra el embajador de un país que no se nombra. Una camioneta negra pasará a buscarlo y entretanto se entrena frenéticamente. Pero por momentos, el duro y decidido fanático se ablanda y se transforma en un niño asustado, que pretende ser bondadoso y “portarse bien”.
          Santiago Sanguinetti actor, vestido con la indumentaria simbólica de los grupos violentos de derecha, incluyendo botas militares y una cuidadosamente labrada cruz gamada, realiza una labor física y anímicamente agotadora. Alterna el duro ejercicio físico, en el que no se da tregua con una furibunda filípica en la que despotrica contra el orden existente, contra las sanguijuelas que chupan la sangre de los buenos arios

blancos y contra los miserables seres inferiores que convierten el mundo en un repugnante estercolero. Su exaltación al odio se expresa en reiterados saludos nazis con la mano levantada y el grito desafiante   “Heil Hitler”.
           El trabajo histriónico de Sanguinetti es de una intensidad y una riqueza de matices notable, y se expresa tanto en su expresiva mímica como en su no menos expresivo lenguaje corporal.
        Su labor como dramaturgo es bastante más cuestionable. Sanguinetti nos presenta a un nazi de 1933-1939 y no un skinhead del siglo XXI. El nombre Nuremberg constituía un gran símbolo en el apogeo del régimen nazi pero hoy no tiene ni en Alemania ni en el mundo la significación que tuvo en la época nazi o poco después de la guerra cuando se celebraron los juicios a los jerarcas nazis en esa ciudad.  Por lo demás, el planteo sicológico de Sanguinetti no es suficientemente sofisticado. Confía en la reiteración auto-hipnótica de consignas por parte del personaje como recurso dramático sin reparar en que en lugar de fortalecer la esquemática trama, la debilita. Pero el error esencial de Sanguinetti como autor es hacer de su personaje un verdadero sicótico (y no un joven aparentemente normal con algunos rasgos sicóticos) por lo que “Nuremberg” en realidad es la exposición  de una patología individual  y no de un peligroso fenómeno social.
     Con ello, pese a todas las limitaciones expuestas, la apuesta común de Sanguinetti y Dodera a una agresión espiritual sin tregua, mantiene en vilo al espectador. Por otra parte, “Nuremberg” coloca en la atención de la opinión pública un tema serio que exige atención y debate. Es un mérito que cabe reconocer que se suma al fascinante ejercicio de histrionismo de Santiago Sanguinetti, quien sin duda constituye no solo una de las más personalidades más interesantes del teatro uruguayo del presente sino también una de sus más serias promesas para el futuro.
      
         

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